Glosario feminista vivo | Micromachismos: las sutilezas del sexismo cotidiano
Los micromachismos son maniobras supuestamente invisibles que despliegan los hombres de forma cotidiana para mantener sus posiciones de poder sobre las mujeres.
El machismo, en sus diversas manifestaciones, ha sido objeto de análisis crítico durante décadas por las más diversas disciplinas, como las ciencias del comportamiento, la psicología, la sociología y los feminismos. Sin embargo, existe un fenómeno más sutil pero igualmente pernicioso: el micromachismo. Basado en actitudes y comportamientos que, aunque parezcan inofensivos o incluso “bien intencionados”, refuerzan las desigualdades de género, y siguen conviviendo en el día a día, incluso con aprobación social.
¿Qué es el micromachismo?
Cuando hablamos de micromachismos, nos referimos a esas maniobras supuestamente invisibles que despliegan los hombres en la vida cotidiana para mantener sus posiciones de poder en las relaciones asimétricas que existen entre ellos y las mujeres en nuestras sociedades. El psicoterapeuta argentino Luis Bonino fue pionero en acuñar este término, definiéndolo como “una forma solapada de violencia de género que incluye estrategias, gestos, actos de la vida cotidiana que son sutiles, casi imperceptibles, pero que se perpetúan y transmiten de generación en generación”.
Estas tácticas constituyen un conjunto de dispositivos mentales y actitudinales, algunos conscientes y otros incorporados en el proceso de “hacerse hombres”. No siempre son resultado de intenciones maliciosas, sino más bien de hábitos naturalizados que refuerzan roles de género tradicionales. A menudo, pasan desapercibidas porque no son tan evidentes como otras formas de sexismo más flagrantes. Sin embargo, su impacto es acumulativo y contribuye al mantenimiento de una cultura que normaliza la discriminación basada en el género.
Aunque no llegan a la violencia física, comparten los mismos objetivos y efectos sobre las mujeres: garantizar el control sobre ellas y perpetuar la división sexual del trabajo, lo que resulta en la distribución injusta de derechos y oportunidades.
¿Por qué se acepta socialmente?
La aceptación social del micromachismo está arraigada en estructuras culturales y sociales que han normalizado las diferencias de género. Estereotipos sobre cómo deben ser hombres y mujeres refuerzan la idea de que ciertos comportamientos son naturales o incluso halagadores, cuando en realidad lo que hacen es fomentar desigualdades.
En su artículo “Y qué hace Cuba con la violencia de género”, publicado en Progreso Semanal, la editora Yudarkis Veloz señala varios tipos de micromachismos de los que cualquier mujer cubana puede haber sido víctima y que son minimizados por la sociedad y, peor aún, por las autoridades.
Cuatro micromachismos conceptualizados
A pesar de que estos micromachismos se sitúan en la delgada línea entre lo sutil y lo evidente, la denominación persiste debido a que no alcanzan la crudeza de expresiones de machismo más explícitas, como la violencia física, y mantienen su poder de dominación en lo cotidiano. La etiqueta de “micromachismos” sugiere que, aunque no sean tan invisibles como su nombre indica, su presencia se normaliza en la rutina diaria, muchas veces sin un reconocimiento consciente.
Mansplaining
El mansplaining ocurre cuando un hombre explica a una mujer, de forma condescendiente y paternalista y presuponiendo de forma injustificada que lo desconoce, algo que ella en realidad ya entiende. El término fue acuñado por la activista en favor de los derechos de las mujeres, centrada especialmente en la violencia contra las mujeres, Rebecca Solnit. En su ensayo “Los hombres me explican cosas”, publicado en su libro homónimo, Solnit describe sus experiencias como escritora en espacios públicos, donde hombres intentaban aleccionarla sobre temas que ella dominaba.
Gaslighting
La técnica de gaslighting (o “hacer luz de gas“), consiste en intentar cambiar la percepción de la realidad que tiene la mujer, haciéndole creer que sus recuerdos y su percepción son inventados. El objetivo es crear dudas, incluso sobre su cordura. El término tiene su origen en el filme Gaslight (1944) de George Cukor, traducida al español como Luz que agoniza, cuya protagonista era sometida a ese proceso. Aunque antes, en 1938, ya Patrick Hamilton había estrenado una obra de teatro con el mismo argumento y nombre.
Manterrupting
El manterrupting, que puede traducirse como “machointerrupción“, es la interrupción innecesaria del discurso por parte de un hombre a una mujer. Estudios de la universidad de Princeton, indican que los hombres dominan el 75% de las conversaciones en reuniones de trabajo. A través de esta costumbre, el hombre pretende controlar el discurso y dominar las conversaciones, lo que a su vez implica un menor respeto hacia las opiniones de las mujeres y un acto de dominación, silenciamiento y creencia de superioridad.
Bropropiating
Del inglés “brother” y “appropriation”, el bropropiating se refiere a la situación que se da cuando se atribuye a un hombre el mérito logrado por alguna mujer. Por ejemplo, pese a sus aportes sobre el primer punto de fisión nuclear, Lise Meitner fue excluida del Nobel de Química de 1944 que fue otorgado únicamente a su amigo Otto Hahn. Suele asociarse al entorno laboral, pero también ocurre en otros escenarios.
Micromachismos cotidianos
Desde la delegación de tareas en el hogar hasta el control del dinero, los micromachismos se infiltran en la vida intrafamiliar, laboral y social.
- En el hogar:
- Delegar a las mujeres las tareas domésticas con la excusa de que “ellas lo hacen mejor”.
- Evitar que las mujeres hagan determinadas tareas “porque no las saben hacer”.
- Controlar el manejo del dinero, asumiendo que es responsabilidad exclusiva del hombre.
- En el trabajo:
- Hacer preguntas sobre la vida personal y familiar a mujeres, preguntas que raramente se harían a hombres en entrevistas de trabajo.
- Asignar a las mujeres roles tradicionalmente considerados femeninos, como la recepción de llamadas, preparar café o la organización de eventos.
- Opinar sobre la apariencia de las mujeres en el ámbito laboral, mientras no se hace lo mismo con los hombres.
- Dar por sentado que las mujeres necesitan explicaciones constantes.
- Considerar que cuando las mujeres están maternando no rinden profesionalmente.
- En las relaciones sociales:
- Ofrecer primero la cuenta al hombre en situaciones compartidas en restaurantes.
- Utilizar expresiones como “corres como una niña” o “llorar es de niñas” para reforzar estereotipos de género.
- Realizar comentarios sobre la vestimenta y apariencia de las mujeres de manera constante.
- Piropear a las mujeres.
- No utilizar lenguaje inclusivo.
- En la educación y juegos de roles:
- Asignar colores específicos a niñas y niños, como el rosa para ellas y el azul para ellos.
- Fomentar juegos que refuerzan estereotipos, como las niñas siendo princesas y los niños héroes o campeones, o las niñas con muñecas y los niños con carritos.
- Incentivar diferentes expectativas y habilidades según el género, limitando las elecciones de niñas y niños.
- En la atención médica:
- Minimizar los síntomas o quejas de las mujeres, sugiriendo que están exagerando.
- Hacer de la salud reproductiva de las mujeres una prioridad sobre otras dolencias o decisiones respecto a su cuerpo.
- Asumir que las mujeres no entienden su propia salud y necesitan explicaciones más simples.
De la cotidianidad a la violencia: el camino de los micromachismos
Los micromachismos tienen consecuencias significativas. Restringen y violentan la autonomía de las mujeres, afectan su equilibrio mental y psíquico, y atentan contra la democratización de las relaciones en todos los niveles de la vida. Esto contribuye significativamente a la brecha de género, crea un entorno que desalienta a las mujeres de alcanzar su pleno potencial y perpetúa la idea de que ciertos roles y comportamientos son inherentemente masculinos o femeninos.
En entrevista a Alas Tensas, la beisbolista cubana Raisa De Feria, quien asegura que “El mayor obstáculo para el béisbol femenino en Cuba es el machismo”, comenta cómo mientras estaba en la selección
La invisibilidad de los micromachismos, la violencia simbólica que evidencian, provoca un daño sordo y sostenido en la mujer, inhibe su lucidez mental, genera fatiga crónica y afecta su poder personal. Este constante desgaste conduce a sentimientos de incapacidad, derrota y malestar difuso, lo cual contribuye a un estado de ánimo depresivo-irritable.
En una la investigación “El enfoque sociolingüístico en el análisis de las formas de trato”, la lingüista cubana Alina Bestard Revilla demuestra cómo el uso del lenguaje puede evidenciar maltrato desde las más aceptadas formas sociales. La profesora identificó 252 insultos en el trato del hombre hacia la mujer solo en el centro de la ciudad de Santiago de Cuba. Luego de explorar a una treintena de mujeres y hombres de distintos grupos etarios, determinó que estas formas lesivas se organizan en cuatro campos semánticos: “las que denotan el físico de la mujer, su parecido con animales, su poca inteligencia y su amoralidad”.
Frases y apelativos como “monstrua”, “fotingúa”, “pisa bonito”, “cuero malo”, “carne de batallón”, “tetúa”, “cara de caballo”, “fuete de cochero”, “buena pa’mi gozadera”, “jicotea”, “ballena”, “zorra” o “cabaretera” tienen de común la visión de las mujeres como objeto puro de placer, acotó la investigadora. Y ya se sabe que el insulto y las bromas pesadas es uno de los primeros actos de violencia sobre los que se debe prestar atención.
Otras masculinidades y la transformación social
Luis Bonino destaca la importancia de comenzar a construir otras masculinidades desde el nacimiento y durante toda la vida. Propone una doble vía: la elaboración de protocolos y la reflexión personal para desnaturalizar las prácticas micromachistas. Llama a la transformación desde lo cotidiano, en todos los espacios de interacción, como la familia, el trabajo y la vía pública, como clave para avanzar hacia sociedades más igualitarias.
En 2023, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Plataforma Articulada para el Desarrollo Integral Territorial (PADIT), promovieron en Cuba el programa “Masculinidades cómplices de la igualdad de género y la no violencia contra las mujeres en Cuba. Acelerando las transformaciones de normas sociales sexistas para impulsar el desarrollo territorial”.
Esta iniciativa reúne a hombres de diverso origen y profesión, líderes de cambio en sus espacios profesionales y ámbitos de actuación. Y tiene la intención de abordar las desigualdades estructurales de género, promover la transformación de relaciones de poder y contribuir al desmontaje del patriarcado y sus manifestaciones de violencias y discriminación.
A pesar de la participación de médicos, profesores, responsables de gobierno y directivos empresariales, el proyecto no ha alcanzado la visibilidad y el impacto necesarios. Para Iván Zverzhanovski, representante residente adjunto del PNUD en Cuba, la acción irá dando frutos una vez que “ellos, al regresar a sus comunidades, se conviertan en modelos de una masculinidad positiva”, y así “puedan contribuir a que en sus espacios de acción se promuevan acciones para la igualdad y el empoderamiento de las mujeres”.
Evitar los micromachismos desnaturalizándolos y rebelándose
Los micromachismos reflejan y refuerzan la desigualdad de género en nuestras sociedades. Su detección, reflexión y transformación desde lo cotidiano son pasos fundamentales para desmantelar la telaraña de desigualdad tejida por estas prácticas aparentemente invisibles, y de impacto profundo en la vida de las mujeres.
Según Bonino, el primer paso para luchar contra los micromachismos es “desnaturalizar estos comportamientos”: reconocer su existencia, condenarlos y no permitir que pasen impunemente.
En lugar de desacreditar a quienes los combaten con respuestas como “¡Cómo te pones!” o “¡Estás exagerando!”, la sociedad debe reconocer la importancia de abordar los micromachismos y fomentar un cambio cultural hacia la igualdad de género.
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